viernes, 15 de febrero de 2013

Drama sustancial.



Son las seis de la tarde cuando Adolfo, Rúfilo, Ana y Cótida están en el salón. Se oye un leve ruido de fondo, que parece asemejarse a un televisor antiguo de dos colores y botones en forma de vaso de agua al revés. Solo se oye claramente el ir y venir de la cuerda de un reloj de cuerda, que va y viene, y va y viene.  Aún con todo este ruido, reina un silencio entre los cuatro.

Hay dos sofás de color marrón gastado, viejo, y voluptuoso. Uno es más pequeño que el otro; y están sentados por parejas los cuatro en ellos. Adolfo y Ana en uno; Rúfilo y Cótida en otro. Hay dos tazas de café y dos tazas de té, porque a las señoritas no les apetece café. No está ninguna bebida empezada, y frías ya están. 

Alrededor, hay un plano simple. Es un salón horizontal, con muebles de color marrón viejo entero, aunque pulcrísimos en su exterior. Dentro de estos, no hay nada, excepto polvo.
Cada uno mira para un lado diferente, intentando evitar miradas. Reina el silencio. 

Adolfo mira por el rabillo del ojo a Ana, y por un microsegundo, al darse cuenta de esto, parece haber salido una mueca de desagrado en el rostro de Rúfilo. Después Rúfilo mira a Cótida simulando amor.

Siguen sin decir nada, y entonces Ana bebe de su té. Adolfo ve en esa sed una sed ávida de erotismo y la vuelve a mirar por un segundo, por el rabillo del ojo.  Nadie bebe más. Rúfilo se levanta, y no se sienta más. Cótida interpreta esto como un cansancio, un cansancio en su matrimonio y ve cómo le dirige miradas a Ana.  Llora por dentro.

Ana intenta alcanzar de nuevo la taza de té, y entonces los ojos de Adolfo se vuelven a iluminar de la excitación que siente que ella siente por él. Pero entonces Ana retira la mano, y Adolfo deja los ojos en blanco. Está confundido, y con el ánimo bajo. Ahora no sabe qué hacer.

Rúfilo está nervioso, aunque camina lentamente por el suelo del salón, no quiere llamar la atención. Ve que Adolfo quiere acercarse a Ana, la mira con lujuria, y no, él no puede tocarla. Le odia.

Ana se suelta el pelo a su vez cerca de Adolfo, queriendo seducirle. Quiere atraer su atención, pero se aleja de él, no quiere que él crea que ella le quiere, porque está dañada.
No dicen nada, y dan las siete. Se retiran. 

Rúfilo se retira. Ana se retira. Cótide se marcha a llorar. Adolfo se masturba y se marcha a llorar.


domingo, 14 de octubre de 2012

Nos llevan

Cómo súbitos esclavos del devaneo de nuestras cabezas.

sábado, 13 de octubre de 2012

Dos.

I

Y formaban las convexas
caderas figuras carentes
de significado.

Se cuajaba el ácido en
las amigdalas, y
hervía en las raíces interiores.

II

Y este hedor idílico
era bullir en sus corazones
era un rótulo en su luz.

Uno.

¡Venga! ¡Vamos a hacer el amor entre esas guías telefónicas, vamos a rapar, a desmenuzar las palabras arraigadas de los poetas viejos! ¡Inflémonos de flemas y ahuyentemos los corazones de los corsos! Ahuyentemos el idilio.

                                                                                       Y que éste se vaya a llorar.

Ahuyentemos

el idilio.